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jueves, 11 de septiembre de 2014

Plagios Libros




PLAGIOS EN LA LITERATURA



El plagio de Alfredo Bryce Echenique



El escritor peruano Alfredo Brye Echenique fue acusado en 2008 de haber plagiado 16 artículos periodísticos de medios como La VanguardiaEl periódico de Extremadura o la revista literaria Jano. Bryce Echenique fue encontrado culpable por el Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual peruano, con una sanción de más de 57.000 dólares. El autor se defendió esgrimiendo que el plagio es una forma de halago, para más tarde confesar su culpa, pero entretejiendo su acción con una compleja trama de conspiraciones fujimoristas y errores informáticos cometidos por su secretaria.



El plagio de Camilo José Cela 



Sobre la novela de Camilo José Cela La cruz de San Andrés, que ganó el premio Planeta en 1994, sobrevuela la sospecha de plagio. La escritora Carmen Formoso denunció que la obra de Cela se parecía demasiado a la suya, Carmen, Carmela, Carmiña, que también concursó para ese premio, y el caso está aún en tribunales. Como Cela murió en el 2002, el único acusado en el caso es el consejero delegado del grupo editorial Planeta, José Manuel Lara Bosch, en tanto que responsable de la difusión de la novela.




El plagio de Carlos Fuentes


El mexicano Carlos Fuentes recibió la acusación de plagio en 1995 por parte del también escritor Víctor Celorio. Según este, pueden encontrarse en Diana o la cazadora solitaria (1994) unas 110 coincidencias textuales y varios personajes excesivamente similares a los de la obra de Celorio El unicornio azul, de 1985, difundida en una tirada reducida a costa del propio autor. Finalmente un juez federal desechó el caso y dio la razón a Carlos Fuentes y a la editorial Alfaguara.





El plagio de José Saramago 





      El escritor y periodista mexicano Teófilo Huerta Moreno acusó a José Saramago de plagio, implicando en el caso a Sealtiel Alatriste, al que parecen perseguir las acusaciones de practicar la copia. Huerta Moreno aseguró que Alatriste, por entonces director de Alfaguara México, le había hecho llegar a José Saramago su relato “¡Últimas noticias!”, y este se había inspirado en él para Las intermitencias de la muerte. El caso quedó abierto, pero el nobel portugués declaró que no vio y ni siquiera tocó con la punta de los dedos el cuento del reclamante, y que si dos autores tratan el tema de la ausencia de la muerte, resulta inevitable que las situaciones se repitan en el relato y que las fórmulas en que las mismas se expresen tengan alguna semejanza

      “A veces el estado no tiene otro remedio que buscar fuera quien haga los trabajos sucios”.
         “Con las palabras todo cuidado es poco, mudan de opinión como las personas”     
“ Si no volvemos a morir, no tenemos futuro”.
“Como están las cosas, ya no sabemos ni lo que está bien, ni lo que está mal”.
“Las enfermedades tienen algo curioso, los seres humanos siempre esperan librarse de ellas, de modo que ya cuando es demasiado tarde, acaban sabiendo que esa iba ser la última”.
“Nada se pierde, todo se transforma”.

                    

William Shakespeare o el “plagio total”
      Aunque se dice que el plagio existe desde el comienzo de los tiempos, cuando Dios creó al hombre “a su imagen semejanza”, tanto sus consecuencias legales como el desprestigio que genera a quien lo utiliza deberían ser suficientes para combatirlo, especialmente en el campo de la literatura y el arte en general. Sin embargo, no es así, como vemos en estos casos bastante conocidos que comentamos a continuación y que debemos diferenciar de ciertas manifestaciones similares, más aceptadas, entre los que destaca el llamado fanfiction.

       A partir del siglo XVIII surgió una teoría, apoyada por varios críticos, según la cual William Shakespeare no era el autor de ninguna de sus magistrales obras. Se trataría así de un plagio universal, en la que un escritor no sólo copia un texto de otro sino que se atribuye toda su creación literaria.

      La teoría, alimentada por el hecho de que existen muy pocos escritos biográficos o registros sobre la vida del Bardo de Avon que describan más en detalle su vida y trayectoria, se basa en dos argumentos: por un lado, que tratándose de alguien nacido en un pequeño pueblo, hijo de un modesto comerciante, no poseía los medios para haber accedido a los conocimientos necesarios para escribir sus dramas, llenos no sólo de una prosa exquisita sino además de datos y explicaciones de alguien que ha tenido formación también en otros campos, como la astronomía, la historia, etc 
       Por el contrario -según esta hipótesis- las obras habrían sido escritas por un verdadero intelectual de la época, entre cuyos candidatos se cuentan a Sir Francis Bacon, Christopher Marlowe o el Conde de Oxford (Edward de Vere), que por razones personales no habría querido revelar su autoría. No obstante, se trata en este caso de una simple teoría, que a su vez ha sido duramente rebatida.

























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